9 dic 2014

Cicerón: el espía turco al servicio del Tercer Reich



Sus datos son los siguientes: Elyesa Bazna, nacido en 1904 en Pristina (actual capital de Kosovo, que entonces formaba parte del Imperio Otomano); religión musulmana; nacionalidad turca; viudo con 4 hijos; de profesión kavass, una situación media entre mayordomo y criado. Pero el nombre por el que ha pasado a la historia es Cicerón, que le fue impuesto por los servicios secretos alemanes (al parecer por el mismo Ribbentrop) “por la elocuencia de sus informaciones”.
Cicerón fue uno de los espías más importantes de la Segunda Guerra Mundial. Fue también un espía diferente, pues no era un profesional como sucedía a casi todos sus colegas, no había seguido nunca cursos de adiestramiento, no estaba impulsado por motivos ideológicos, y tenía un solo objetivo: el dinero.
Por consiguiente se puede afirmar que si Cicerón, en vez de ser el kavass del embajador británico en Ankara hubiera sido el kavass del embajador alemán, habría ido a vender a los ingleses sus informaciones. Pero Cicerón era, en octubre del 1943, el criado de Sir Hugh Knatchbull-Hugessen, representante de su majestad británica cerca el gobierno turco, y por eso el único adquiriente de su “mercancía” no podía ser otro que el representante del Tercer Reich, barón Franz Von Papen.
La “Operación Cicerón” (una operación que si los alemanes hubieran sido más perspicaces habría podido modificar el curso de la guerra) comenzó el 26 de octubre de 1943, cuando de la embajada alemana de Ankara salió para Berlín el siguiente telegrama en clave: “El criado del embajador británico se ha ofrecido a procurarnos fotografías de documentos originales secretísimos. Por la primera entrega, el 30 de octubre, pide 20.000 libras esterlinas en billetes de poco valor, y a continuación 15.000 libras esterlinas por cada rollo de película de 52 fotogramas”.
La petición de Cicerón era bastante exigente, pero se daba el caso de que en ese momento las cajas de lo servicios secretos alemanes estaban abarrotadas de libras esterlinas, falsas naturalmente, que los alemanes habían impreso a fin de desencadenar un cataclismo financiero en los mercados mundiales (dato histórico: el autor de estos clichés casi perfectos se llamaba Solomon Smolianoff, y era un judío ruso que, huido de un campo de exterminio, fue a terminar su vida a Roma).
Así que la petición fue aceptada sin dudar, y desde Berlín se enviaron las correspondientes libras esterlinas (detalle curioso: fue también enviada una caja de libros de espionaje para que los empleados de la embajada se ilustraran sobre el tema).
El kavass o ayuda de cámara turco se reveló inmediatamente como una fuente informativa de altísimo nivel. En pocos mese pasó a los alemanes documentos de excepcional importancia. Anunció con exactitud el bombardeo de Sofía, entregó las actas de la conferencia de Casablanca (en la que se decidió el desembarco en Sicilia) y también el informe de la conferencia de los Tres Grandes en Teherán, el de la conferencia de El Cairo y el de las conversaciones entre los embajadores aliados y Stalin. Pero el golpe más importante de Cicerón fue la entrega de una memoria de Churchill referente a los preparativos del desembarco en Normandía que tendría lugar seis meses después, el 6 de junio de 1944.
Si los alemanes se hubieran tomado en serio este documento, probablemente el desembarco de Normandía tendría hoy una historia diferente. Pero no fue así. Como siempre sucede en estos casos , la información provocó dudas y sospechas; ¿y si se trataba de una trampa del Intelligence Service? Aterrorizados por este interrogante, los altos mandos alemanes prefirieron archivar la noticia en “fuentes sospechosas”.
Entre tanto, Cicerón, que había reunido ya casi 400.000 libras esterlinas, decidió desaparecer. Por desgracia para él, no disfrutó mucho tiempo su tesoro. Después de haber consumido 150.000 libras en empresas fracasadas, se encontró empobrecido de golpe porque el Banco de Inglaterra, habiendo conocido que los alemanes habían puesto en circulación libras esterlinas falsas, cortó por lo sano retirando billetes antiguos y sustituyéndolos por nuevos.
Durante algunos años el infortunado Cicerón (que por lo demás no sufrió persecución ninguna por su actividad de espionaje) desapareció de la circulación.
Finalmente reapareció en Munich en 1968, con una nueva mujer y otros hijos, para demandar al gobierno federal alemán. Pretendía que le resarcieran de los daños sufridos por la “estafa urdida contra él por el Tercer Reich” , pero no consiguió nada.
Murió en el año 1970 en la pobreza.

Existe una película sobre el tema llamada 5 Fingers (Operación Cicerón), protagonizada por James Manson y dirigida por Joseph L. Mankiewicz en 1952.